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13 noviembre, 2018

TerrorMolins 2018 ~ Día 4

Aunque parezca mentira ya estamos en el ecuador del Festival, y es que las jornadas se pasan volando cuando te sumerges de lleno en él, abstrayéndote casi por completo de lo que sucede fuera del entorno. Pero aún queda mucho por ver todavía, mucha sección oficial y sobretodo la clásica maratón del último día, el evento más longevo que sigue perdurando edición tras edición. Pero bueno, veamos lo que aconteció en la jornada de ayer, con la proyección de cuatro títulos que entraban a concurso repartidos en dos sesiones dobles.

La primera de ellas era Abrakadabra (2018) de los hermanos Onetti, tercera y última película que cerraba la trilogía dedicada al giallo italiano tras Sonno Profondo (2013) y Francesca (2015).

Seguramente más accesible al espectador que las anteriores, la película establece como línea argumental principal el misterio que rodea a un prestidigitador cuando en su entorno comienzan a suceder macabros asesinatos, en los cuales utilizan parafernalia de sus actuaciones para realizarlos. Colores vivos muy saturados (y por momentos demasiado quemados y molestos a la vista) intentan buscar esa estética más setentera, a la que añade un abrupto montaje muy común también por aquél entonces. El problema que tiene es que prácticamente todo el tramo intermedio es vacuo, dilatándose demasiado y haciendo que el espectador pierda la atención. La idea no es mala, pero dejándolo en un mediometraje en el que incluir el misterioso inicio y el giro final, quizá hubiese sido más interesante.

La siguiente de esta primera doble sesión era la canadiense I'll take your dead (2018) de Chad Archibald, director asiduo al género y al Festival, donde en ediciones anteriores ya se habían proyectado otros trabajos suyos como The Heretics (2017) o Bite (2015).

En esta ocasión, el componente fantástico o de terror mas bien lo toca rozando por la mínima. El relato nos define a un personaje que se dedica a hacer desaparecer cuerpos de personas muertas, que por razones ajenas a él (y a la ley) le hacen llegar a cambio de una buena suma de dinero. Pero más allá de lo que pueda aparentar, al final acaba siendo un drama de tomo y lomo que describe la relación que tiene éste con su hija, la cual se encuentra en efervescente adolescencia, y a los que se se incorpora una nueva individua que se salvó de la última entrega. No está mal dirigida, e incluso la pequeña lo hace realmente bien, pero se hace bastante anodina hasta llegar a esos últimos quince minutos donde parece animarse la cosa y en el que incluye, al fin, elementos sobrenaturales.

Y tras el break, proyección de la película sueca Blood Paradise, premier a nivel europeo en la que debuta tras las cámaras su joven director, Patrick von Barkenberg, el cual también actúa con un papel secundario.

Con presentación por parte del equipo previa a la proyección, nos contaban curiosamente la relación que tienen ellos tanto en la realidad como en la ficción, ya que todos los participantes (o casi) son familia, una ventaja que tienen para reducir costes... La película se centra en una escritora que busca tranquilidad para retomar su carrera literaria en un apartado lugar de Suecia, en el que comenzará a sospechar de los lugareños tras ver que suceden cosas poco comunes en el entorno. Otro relato sobre desórdenes familiares, víctimas estereotipadas y humor peculiar, el cual tiene un comienzo muy prometedor pero que poco a poco va perdiendo fuerza. Aún así, es ágil en su desarrollo y se hace entretenida, que al final es lo que el espectador busca.

Y para finalizar la jornada otra película de ambientación rural, también con protagonistas femeninas, pero con un corte diferente. Se trataba de What keeps you alive de Colin Minihan.

Dos jóvenes deciden celebrar su aniversario de bodas en un lugar apartado de la ciudad donde esperan tener toda la tranquilidad del mundo, pero los planes se complican a medida que pasan más tiempo allí. Lo que se plantea como un thriller psicológico para embaucar al espectador con sus personajes, acaba siendo un survival más convencional e incluso hasta poco atractivo. Quizá el extender un poco más esa primera parte profundizando en los personajes e incidiendo en el dolor sentimental hubiese mejorado el resultado final, pero nunca lo sabremos. Eso sí, la fotografía es de mención obligatoria, aprovechando a la perfección lo que el entorno ofrece para crear su propia atmósfera.

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