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11 octubre, 2018

Sitges 2018 ~ Día 7

Seguimos avanzando en este festival con una jornada que no deparó demasiadas ilusiones en cuanto a las películas que teníamos planificadas. Siempre hay un día de esos en que las previsiones no cumplen expectativas o sencillamente que la selección no era la correcta, y ese fue ayer. Aún así, algo de provecho se pudo sacar.

Comenzaba la mañana con Burning, (2018) el último trabajo del director coreano Lee Chang-dong, basado en un relato de Murakami.

Película dramática con tintes de thriller que juega en su trama con el triángulo amoroso compuesto entre una joven y dos chicos de muy diferenciada clase social y económica. Aunque contenida y con un ritmo bastante lento, optando además el director muchas veces por recurrir a escenas contemplativas, la verdad es que crea una atmósfera casi misteriosa que atrapa al espectador en su historia. Aún así, opino que no es una película para tener programada dentro de este festival, ni tansiquiera porque cuente en ella con un leve componente fantástico.

La siguiente fue la mejor que se vio en todo el día, y posiblemente una de las películas top del Festival. Se trataba de Assassination nation (2018) de Sam Levinson.

La película trata un tema tan candente como es la sensibilización en las redes sociales hoy día pero en plan hipervitaminado (o quizá más cercano a la realidad de lo que parece...) y con una resolución de la misma muy en acorde con los gustos del espectador que asiste a este Festival. Llanamente y sin espoilear, la historia nos cuenta cómo un hacker siembra el pánico en una ciudad al ir haciendo públicos los secretos de ciertas personas influyentes para que la comunidad virtual pueda juzgar sobre ellos. A partir de aquí, y centrándonos en un grupo de chicas de instituto, se crea un trejemaneje de salsa rosa que acabará en un fin de fiestas muy de serie B, donde la violencia y el humor negro se harán dueños de la pantalla. Puro entretenimiento.

Y a partir de aquí la jornada ya comenzó a ir cuesta arriba, al menos para nuestros gustos, con algunas de las películas menos acertadas de las que llevamos en el Festival. La primera de ellas era Morto Ñao Fala (2018) de Dennison Ramalho

Cine de terror y suspense brasileño que parece recuperar en parte la sintonía y el trasfondo de las películas de Zé do Caixão. Con una primera parte muy prometedora en la que nos presenta a nuestro protagonista como puente entre lo terrenal y lo sobrenatural, la verdad es que poco a poco se va haciendo más monótona y convencional con cada paso que da hacia el subgénero de los poltergeist y de las posesiones, bajando el ritmo y haciendo que el espectador pierda totalmente la atención. Una lástima, ya que los elementos que baraja el director para esta película tienen su calidad.

La siguiente era la argentina Muere, monstruo, muere (2018) de Alejandro Fadel

Muy lenta película a la que no le hemos cogido el ritmo en ningún momento, así como tampoco nos ha llamado la atención su insulsa trama. Parece que el terror rural (por así decirlo) no esté necesitado de muchos aspavientos, pero tampoco es el caer en esta sobriedad. Quizá es que no tenemos ese gusto por este tipo de trabajos, pero por los comentarios de otros asistentes tras su proyección parece que la opinión ha sido por lo general la misma. Seguramente (y espero) que a alguien le haya llegado y, por lo menos, la haya disfrutado más que nosotros.

Y para rematar la jornada, este proyecto escandinavo que hace honor a su nombre, The unthinkable (2018) de Crazy Pictures

Para ponernos en situación, comienza mostrándonos el retrato de una familia que vive casi sumida a las órdenes de un padre dominante. Como suele pasar, la convivencia juntos bajo el mismo techo no dura demasiado y cada uno toma su camino. Pero en unos años Suecia se ve sumida en un caos terrorista y el destino vuelve a unirlos de nuevo. Tras esta convencional trama se esconde una parafernalia de sucesos que, si no están hechos a propósito con ese aspecto a producción Asylum, es que el guión hace aguas a borbotones. Yo lo he querido ver desde esa perspectiva y, aunque algún tramo se ha hecho cuesta arriba, al final te echas unas buenas risas con toda la traca final. Muy bervenera.

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