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13 octubre, 2020

Sitges 2020 ~ Día 5

Hemos llegado al ecuador del Festival, y aparte de alguna pequeña incidencia que ha ido surgiendo hasta que el público nos hemos adaptado a la normativa y protocolos de seguridad, la verdad es que se está desarrollando perfectamente. En cuanto al apartado de contenidos, ya tenemos en nuestro haber algún que otro trabajo más que interesante. Pero vamos al resumen de lo pudimos ver en la jornada de ayer.

La primera de la mañana era una de esas pequeñas películas que consiguen entretener con una sencilla pero efectiva propuesta. Se trataba de la producción norteamericana 12 hour shift, de Brea Grant.
Nos encontramos en un pequeño hospital donde, nuestra arrogante y malhumorada protagonista, se saca unos cuantos dólares extra con la venta de órganos en el mercado negro. Tiene su propio método, el cual hasta ahora le ha funcionado a la perfección, pero con la entrada de una nueva componente en la cadena de distribución se irá todo al traste y las cosas se complicarán un poco.

Esta comedia negra parte de una sencilla base para ir evolucionando dentro de una historia que, aunque previsible, es suficiente para darle rienda suelta a la imaginación de esta joven directora. No tiene por qué ser necesariamente profunda cuando lo que quieres es sacar adelante un slapstick que se deja llevar en sus escenas más sanguinarias, ofreciendo al espectador una serie de sketches encadenados para pasar un buen rato durante la hora y media que dura.

La siguiente en el turno matinal era para el nuevo trabajo del director inglés Christopher Smith, ya conocido en este Festival el cual nos traía The Banishing.
Nos encontramos a principios del siglo XX, donde un reverendo y su familia se desplazan a un nuevo lugar donde predicar la palabra del señor. El único inconveniente es que en la residencia donde tienen que mudarse se había producido un asesinato años ha, asunto que el propio caballero esconde a su esposa para que no se alarme. Pero el secreto no perdura mucho tiempo, ya que comienzan a suceder extraños sucesos que les llevarán a la locura.

Mucho tiene que sorprender una película para que destaque dentro del subgénero de las casas malditas o encantadas, ya que la materia ha sido bastante trillada durante unos cuantos años, y ésta no es una de esas tan agradecidas. El ritmo es soberanamente lento, aunque lo peor es que lo hace sin motivo alguno, ya que si almenos la atmósfera le acompañase podría crear más tensión en el espectador. Aparte, si obviamos el contenido en pro de una película más efectista, resulta que tampoco destaca demasiado, siendo más que previsible en las escenas done debería hacer saltar al espectador de su butaca. Fail.

Seguíamos tras el parón del mediodía con Sea fever, primera producción de nivel como largo de la guionista y directora irlandesa Neasa Hardiman.
Un navío pesquero irlandés zarpa rumbo a alta mar para faenar, llevándose con ellos una joven becaria que está realizando un estudio sobre el comportamiento de algunos peces. Pero parece que todo les sale torcido, y ya no solamente por haber perdido el rumbo, sino porque en el interior del barco tendrán unos pequeños visitantes que les harán la vida imposible.

En su presentación ya se decía que la historia venia influenciada por clásicos como Alien, The Thing o Abyss, y la verdad es que si se busca se encuentra. De todas formas, la directora consigue hacer un batiburrillo
de todo ello al cual le insufla dejes de la cultura irlandesa para llevarlo a su propia casa además de darle un carácter de serie B. Una película que aún careciendo de un abultado presupuesto, consigue ser resolutiva dando como resultado un producto entretenido con el que pasar un buen rato en la sala.

La siguiente en nuestra agenda era la producción norteamericana Becky, dirigida a cuatro manos por Cary Murnion y Jonathan Milott.
Un grupo de presidiarios se escapa de la cárcel tras varios años detenidos por un robo, con la idea de recuperar parte del botín que habían escondido en una vivienda alejada de la ciudad. Pero ahora aquella casa está habitada por una familia y el sencillo plan inicial que tenían en mente se les complicará sobremanera.

Ya estamos acostumbrados en este Festival a ver cómo los más pequeños a veces son los más duros de pelar, y en esta película nos vuelven a presentar a una jovencita que le hará la vida imposible a los malos malísimos. Nada nuevo en el panorama que nos presenta, aunque cabe destacar la actuación de la joven actriz. Mala leche y alguna que otra escena algo más violenta, hacen de ella un Solo en casa actualizado a nuestros días. Entretenida sin más.

Una de las películas esperadas para nosotros en esta edición era el regreso tras las cámaras de Brandon Cronenberg, el cual nos traía la bien valorada allá por donde ha pasado Possessor.
Nos encontramos con un equipo que trabaja en la sombra para el gobierno, el cual realiza operaciones de campo para intentar evitar ciertos conflictos que puedan provocar una divergencia en la línea habitual de los acontecimientos presentes. Para ello, utilizan una técnica de suplantación de identidad, introduciéndose y controlando un sujeto que se encuentre dentro del radio de acción. Pero tras varios viajes, los controladores comienzan a sentir ciertas anomalías en su mente que les impedirá discernir su propia realidad.

Llevar un apellido con tanto peso puede provocar recelo en algunos espectadores, pero está claro que este joven director se está creando un estilo propio con solamente dos largometrajes a sus espaldas. En ésta nueva película continúa mostrándonos ese universo de un futuro no lejano en el que la tecnología ha dado pasos agigantados pero choca con la realidad de las personas. Una historia que atrapa desde el inicio y te obliga a estar atento para no perder el hilo de lo que nos está contando. Muy recomendable.

La última del día era otra de las producciones Netflix que el Festival añadía a su programación, The silencing, del joven director belga Robin Pront.
El guarda forestal de una reserva municipal sigue encallado en su depresión, sin poder remontar la vida tras la desaparición de su hija hace unos años atrás ya. Pero un nuevo caso muy similar hará revivir los viejos fantasmas, obsesionándose con el tema hasta tal punto de cegarse sin responder a sus actos más allá del sentido común.

Bastante predecible y no muy original thriller que como reclamo incorpora a un Nikolaj Coster-Waldau, el cual no parece cambiar nunca de registro. Aún así, la película tampoco es que le acompañe para poder lucirse en pantalla, ya que a medida que avanza la historia va perdiendo fuelle y el interés por lo que pueda ocurrir disminuye considerablemente. Pasable, aunque también olvidable.

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