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15 noviembre, 2018

TerrorMolins 2018 ~ Día 6

Comenzaba la jornada con la muy especial doble sesión retrospectiva dedicada a la figura de Brian de Palma en la que se proyectaron dos títulos de los más vinculados dentro de su filmografía, el primero de ellos The fury (1978).

Película no tan conocida de este director que mezcla perfectamente el thriller de espionaje con el terror. La línea principal trata sobre unos jóvenes que son instruídos por el gobierno estadounidense para potenciar sus dotes telequinéticas y ser utilizados como una súper arma. Realizada tras Carrie (1976) y disponiendo de más presupuesto, la verdad es que no tuvo tanto éxito ni como aquella ni como las que vendrían después, pero es un filme muy a reivindicar. El tramo final, más vinculado al género de terror, no tiene nada que envidiar al que posteriormente David Cronenberg nos dejaría grabado en nuestras retinas con su Scanners (1981).

La siguiente película de la retrospectiva sí que es mucho más conocida e incluso hasta tiene su legión de seguidores. Se trata del musical Phantom of the Paradise (1974).

Escrita también por él mismo, realiza una adaptación muy libre donde convergen principalmente los clásicos de Fausto, El fantasma de la ópera y El retrato de Dorian Gray. La fantástica banda sonora compuesta por Paul Williams (el cual también interpreta uno de los papeles principales) transmite perfectamente la esencia glam de la época en una ópera rock a la que De Palma dota de un gran espectáculo visual. En su momento no tuvo la aceptación que se merecía, pero el tiempo la ha colocado en su sitio haciéndola un referente y un icono de culto.

En el segundo bloque de la jornada se volvía a la sección oficial con dos títulos que a nuestro parecer no fueron tan agradecidos, quizá también porque veníamos del subidón de la retrospectiva, pero la verdad es que los vimos muy flojos. La primera de ellas era la francesa The night eats the world (2018), ópera prima del joven director Dominique Rocher.

Aunque la película tenga como envoltorio el subgénero zombi, la verdad es que deja la acción de lado para relatarnos una historia sobre la soledad y de cómo afrontarla sobreviviendo aislado en un edificio. Teniendo en cuenta su carácter de película independiente y dejando de lado su factura como tal, a medida que avanza el metraje va perdiendo consistencia, debido sobretodo a su falta de credibiliad. Principalmente porque el planteamiento que nos hace de un personaje tan preparado para ello (sin saber cómo, pero se acepta) y con tanta solidez, a veces tenga dejes incomprensibles que tiran todo lo establecido por la borda, dejando al espectador con un para qué y por qué que no ayuda a seguir el hilo. Una pena.

Y para finalizar la jornada, Marc Carreté subió al escenario con parte del equipo para presentar el estreno de su última película como director, After the lethargy (2018).

Tras su última película, Asmodexia (2014), la cual tuvo estreno en el Festival de Sitges de aquel año, Carreté no había vuelto a ponerse tras las cámaras. Si en aquella trataba el tema de las posesiones, en ésta se mete de lleno en una especie de pseudo-thriller de ciencia ficción con un corte muy de los X-Files de Chris Carter, pero lejos de cualquiera de sus episodios. Y es que más allá de su factura técnica, la monotonía con la que desarrolla el sencillo argumento no da opción al espectador a que mantenga el interés por la misma, levantando un poco el ánimo solamente con los cuatro toques de humor que incorpora. Y es que desde el comienzo parece que va a seguir la vertiente más desenfadada y cómica, pero cuando intenta meterse en un terreno más serio, pierde todo el fuelle inicial.

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